lunes, 21 de abril de 2014

Gabriel García Márquez



Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez.



Latinoamérica puso este domingo punto final a una Semana Santa, que además del habitual balance trágico por accidentes, estuvo marcada por la tristeza ante la muerte de un gran escritor, novelista, cuentista, guionista, editor y periodista colombiano Gabriel García Márquez.

El escritor colombiano murió a los 87 años de edad, en Ciudad de México, en el Jueves Santo, tal como Úrsula Iguarán, uno de los principales personajes de su obra “Cien años de soledad”, icono del realismo mágico.

Tras conocerse su fallecimiento, las señales de duelo fueron protagonistas en los días de la Semana Mayor, como manifestaciones previas al gran homenaje al Premio Nobel de Literatura de 1982 que tendrá lugar este lunes en la capital de México, donde residía. Siempre lo recordaremos como el famoso tanto por su genialidad como escritor así como por su postura política.


El Nobel de Literatura colombiano es el primer extranjero homenajeado en una ceremonia reservada a los grandes de la cultura mexicana.


En el homenaje están presentes los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de México, Enrique Peña Nieto, que despiden con sentidas palabras al autor de 'Cien años de soledad'.

El reciente fallecimiento del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez ha originado centenares de artículos periodísticos sobre las múltiples facetas de su larga y fructífera vida. En este, trataremos de hacer un breve resumen de lo que se sabe acerca de su salud (en realidad muy poco) y la causa de su muerte.



Un pasaje de su vida, famosamente relatado por él mismo durante el Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena de Indias en el 2007, nos revela un factor de riesgo sobre su salud: el uso del cigarrillo.

Decepcionado por el fiasco producido por la publicación en España de su libro “La mala hora”, se iba de vacaciones a Acapulco en enero de 1965 cuando tuvo de pronto una visión tan fantástica como sus novelas. De un momento a otro recordó el modo en que su abuela le relataba esos cuentos fantásticos que lo fascinaban en su infancia: ella los contaba siempre con la cara seria y el rostro adusto como si esas historias no fueran de fantasía sino reales.

Allí tuvo su revelación y descubrió que si quería que sus historias tuvieran impacto, tenían que ser creídas, primero, por él mismo, es decir tenía que contarlas “con seriedad”. Dio media vuelta, regresó a México y se encerró durante 18 meses, escribiendo 12 horas seguidas y fumando seis paquetes de cigarrillos por día. El resultado fue su obra maestra “Cien años de soledad”.



El próximo evento importante en su salud se produjo en 1999, cuando Gabo (así lo apodaban  desde que Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario El Espectador, comenzara a llamarlo así.)Fue diagnosticado con la enfermedad que originó su muerte, una enfermedad que los medios de comunicación informaron como cáncer del sistema linfático. En medicina, los cánceres del sistema linfático se llaman linfomas, los cuales son de dos tipos; linfomas de Hodgkin y linfomas non-Hodgkin. Es muy probable que él haya sufrido de la segunda variedad pero nunca se informó el subtipo de linfoma que lo afectó.


Al parecer, recibió quimioterapia, ignorándose si además recibió radioterapia, un tratamiento que frecuentemente acompaña al primero. Sabiendo que la quimioterapia puede afectar la función cerebral, causando una condición llamada “cerebro de quimioterapia”, la cual produce una pasajera disminución de las facultades intelectuales, pero que puede persistir durante muchos años después de haber terminado el tratamiento. Gabo entró en remisión de su linfoma y se mantuvo activo durante los 15 años trascurridos desde que se le diagnosticó la enfermedad.

En lo personal.


Descansa en paz maestro Gabo. En lo personal, seguiré leyendo y releyendo sus obras, especialmente aquel poético pasaje en “El amor en los tiempos del cólera”, en el que describe la evolución del chorro urinario del Dr. Juvenal Urbino a través de los años, chorro que va de ser como un “manantial de caballo” en su juventud “tan definido y directo que en el colegio había ganado varios torneos de puntería para llenar botellas” a convertirse en un chorro “que se hizo oblicuo, se ramificaba, y se volvió por fin una fuente de fantasía imposible de dirigir, a pesar de los muchos esfuerzos que él hacía por enderezarlo” en su vejez.


En mi humilde opinión, no existe mejor descripción literaria de los síntomas causados por el crecimiento de la próstata, y creo que ese pasaje debería ser lectura obligatoria para todo estudiante de Medicina.

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